12/05/2023

¿Dios puede hablarnos en sueños? Un video absurdamente genial para aprender a escucharlo




«Dios no nos puede hablar mientras nosotros hablamos. Y como muchos de nosotros somos parlanchines en nuestra oración cotidiana, muchas veces no dejamos espacio para que Dios nos responda, y entonces Dios tiene que hablarnos en sueños».

Los sueños, la adivinación, la magia y la hechicería

Pero ¿no está prohibido interpretar los sueños? En la Escritura tenemos varios ejemplos de Dios prohibiendo la interpretación de Sueños. Como cuando dice «No hacer caso de vuestros soñadores que sueñan por cuenta propia» (Jer. 29.8).

«Los sueños vienen de las muchas tareas», dice Eclesiastés 5,2; y «a muchos engañaron los sueños, y cayeron los que en ellos esperaban» (Eclo. 34,7). O «Aquí estoy yo contra los profetas que profetizan falsos sueños, dice el Señor» (Jer. 23,32; cf. Zac. 10,2; etc.). 

Pero Dios nos da a entender en otros pasajes de las Escrituras que sí nos habla a través de los sueños. El ejemplo que pone Cotelo es uno de ellos, pero la Escritura está ¡plagada de soñadores que entendieron que los sueños que soñaban eran proféticos!

En el antiguo Testamento Abimélek (Génesis 20,3), Jacob (Gén. 28,12; 31,10), Salomón (1 Rey. 3,5-15), Nabucodonosor (Daniel 2,19). Daniel (Dan. 7,1), nuestro querido san José (Mt. 1,20; 2,13), san Pablo (Hch. 23,11; 27,23), etc.

Además, Dios manda a José a interpretar los sueños del Faraón… entonces, ¿En qué quedamos, mi Buen Dios? 

Un poco de contexto histórico

«Los sueños, sueños son», como diría Segismundo en «La Vida es Sueño», entonces tenemos que ver cómo y dónde se utilizaban los sueños en el mundo antiguo para conocer por qué las prohibiciones de Dios en el Antiguo Testamento.

Los sueños eran utilizados frecuentemente en los pueblos paganos de la antigüedad para «adivinar» el futuro, o para «comunicarse con los espíritus», que probablemente no eran otra cosa que los demonios.

Entonces, los hechiceros, los oráculos y los charlatanes de la antigüedad podían conocer el futuro o engañar a la gente utilizando la adivinación y la interpretación de los sueños. Contra este tipo de hechicería, magia y adivinación, nos advertía el Señor en el Antiguo Testamento.

Pero también elegía a algunos Profetas o algunos santos y les hablaba en sueños. Los santos y Profetas entendían perfectamente que era un mensaje divino, y actuaban en consecuencia. 

¿Todos los sueños son de Dios?

Anoche soñé que iba en un tren que chocaba contra un puente y me tenía que bajar en un pueblo del medio oeste Norteamericano, donde al comprar comida me daban billetes falsos contra los dólares que yo les daba.

¿Qué me habrá querido decir Dios?, ¿que no viaje en trenes que pasan por debajo de un puente?, ¿que no compre comida en el medio oeste Norteamericano?, ¿que me fije bien cuando haga transacciones comerciales para que no me estafen?

¡Nada de eso! Los sueños son un fenómeno fisiológico normal y frecuente. No tenemos que estar constantemente buscando significados ocultos o interpretaciones esotéricas que nos puedan «significar» algo.

Como bien señala Cotelo en el video, el significado del sueño tiene que ser claro, es decir tiene que estar directamente relacionado con nuestra vida, y probablemente indicarnos un camino de acción.

Por eso Cotelo habla de una «misión» dentro del sueño, que tiene que ser necesariamente clara para comprender que el sueño es un sueño de Dios.

Mucho mejor que los sueños

Como bien indica Cotelo, a veces a Dios no le queda otro remedio que hablarnos en sueños porque en nuestro trato cotidiano con Él no lo dejamos meter ni un bocadillo en el monólogo que llamamos oración.

En nuestra charlatanería de oración tenemos que dejar espacios donde Dios pueda contestarnos. Porque si nuestra oración consiste solamente en decirle a Dios nuestras inquietudes, pedirle por nuestras necesidades y agradecerle por lo que nos dio, nos estarían faltando dos partes importantes de la oración: la adoración y la escucha.

¿Qué clase de desconsiderados seríamos si vamos a hablar con nuestro papá, le decimos qué nos preocupa, le pedimos dinero, le damos las gracias y nos vamos? ¡Seguramente nuestro papá se enojaría con nosotros!

Pero Dios es bueno (infinitamente más bueno que cualquier papá) y entonces busca la oportunidad para «meter la cuchara» en nuestro monólogo, y si no lo logra, entonces nos habla en sueños.

¿No sería mejor aprender a escuchar a Dios?

¡Por supuesto! De este modo sabríamos qué es lo que quiere de nosotros. El Buen Dios no tiene que recurrir a medidas extremas para poder comunicarse con nosotros, y nosotros deberíamos poder escuchar a Dios mucho más frecuentemente.

Uno de los medios que tenemos es aprender a orar. Me dirás «Pero si yo ya sé orar: sé el Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria». ¡Y claro, con eso puedes rezar el Rosario, que es una oración poderosísima!

Pero para poder realmente escuchar a Dios, a veces no basta con recitar las oraciones del Rosario y meditar en los misterios de la vida de Cristo. Hay que aprender a orar para que Dios nos escuche y para que podamos escucharlo realmente.

Para eso te recomiendo mucho nuestros cursos «Aprende a Orar con la Sagrada Escritura» y «Aprender a Orar con los Salmos» donde podrás aprender a orar «como Dios manda» 😅

Otro modo extraordinario para escuchar a Dios

Otro modo maravilloso que tiene Dios de comunicarse con nosotros, y que debería ser mucho más frecuente para todos los católicos, son los Ejercicios Espirituales Ignacianos.

Son un momento donde deliberadamente buscamos el silencio, la paz interior y tenemos meditaciones que nos ayudan a dirigir nuestra atención y nuestro corazón a lo que Dios quiere de nosotros.

En ese lugar y espacio, Dios «nos lleva al desierto», y nosotros nos preparamos mejor a escuchar su voz. ¿No sería maravilloso que al menos una vez al año nos hagamos un espacio y un tiempo para poder escuchar la voz de Nuestro Padre que nos ama y que quiere que demos fruto y que ese fruto sea abundante?

¡Si solo el 10% de los cristianos nos decidiéramos a hacerlo una vez al año, entonces, con seguridad cambiaríamos el mundo de un modo significativo!

Así que ahora ya sabemos, ¡Aprendamos a orar, pero sobre todo a escuchar! Tomemos la determinación de hacer al menos un retiro espiritual por año, y digamos cada mañana ¡Háblame Señor!


Fuente: Catholic Link