12/14/2014

Reflexion de Scott Hahn Sobre el Tercer Domingo de Adviento

Lecturas
Isaías 61: 1-2, 10-11
Lucas 1: 46-50, 53-54
1 Tesalonicenses 5: 16-24
Juan 1: 6-8, 19-28

La misteriosa figura de Juan el Bautista, introducido en las lecturas de la semana pasada, viene con más claridad en la actualidad. ¿Quién es él, que vemos en el Evangelio de hoy, se entiende mejor por que no lo es.
Él no es Elías regresó de los cielos (véase 2 Reyes 2:11), aunque como él se viste con ropa del profeta (ver Marcos 1: 6; 2 Reyes 1: 8) y predica el arrepentimiento y el juicio (ver 1 Reyes 18: 21; 2 Crónicas 21: 12-15).

No Elías en la carne, John se envía, no obstante, en el espíritu y poder de Elías para cumplir su misión (véase Lucas 01:17; Malaquías 3: 23-24).
Ni es Juan el profeta Moisés predijo, aunque él es un pariente y habla la Palabra de Dios (véase Deuteronomio 18: 15-19; Juan 6:14). Tampoco es Juan el Mesías, a pesar de que ha sido ungido por el Espíritu desde el vientre (ver Lucas 1: 15,44).
Juan prepara el camino para el Señor (véase Isaías 40: 3). Su bautismo es un símbolo, no sacramental. Es un signo dado agitar nuestros corazones al arrepentimiento.
Juan nos muestra Aquel sobre quien el Espíritu restos (ver Juan 01:32), el que cumple la promesa que escuchamos en la primera lectura de hoy (ver Lucas 4: 16-21). Baño de regeneración y el Espíritu de Jesús abre una fuente que purifica Israel y da a todos un corazón nuevo y un espíritu nuevo (ver Zacarías 13: 1-3; Ezequiel 36: 24-27; Marcos 1: 8; Tito 3: 5 ).
Juan viene a nosotros en las lecturas de Adviento para mostrarnos la luz, para que podamos creer en Aquel que viene en Navidad. Como cantamos en responsorial de hoy, el Poderoso ha llegado a levantar cada uno de nosotros para arriba, para llenar nuestra hambre con pan del cielo (Juan 6:33, 49-51).
Y como Pablo exhorta en la epístola de hoy, debemos alegrarnos, dar gracias y orar sin cesar para que Dios nos haga perfectamente santos en espíritu, alma y cuerpo - que seamos irreprensibles cuando nuestro Señor venga.